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DESNUDEZ Y HUMILLACIÓN EN LA VENEZUELA DEL SIGLO XXI

  • Reynaldo Piña.
  • 1 jul 2016
  • 3 Min. de lectura

La desnudez en nuestro mundo occidental está situada en la intimidad personal y solo se comparte con las personas que nosotros aceptamos que entren en ese espacio (que es personal) privado y que resguardamos para que solo sea observado por quienes queremos, a los que permitimos que entren en el.


Resulta que hoy, en Venezuela, es noticia que tres seminaristas de San Buenaventura, en Mérida, fueron desnudados y es que desnudar a tres seminaristas y luego corretearlos es algo muy soez, digno de zafios. Una ignominia propia del siglo XIX. No por el hecho de que sean seminaristas es un hecho notorio, no, es por el simple hecho de ser personas. De ser humanos. La naturaleza de esta militarada se centra en eso, en deshumanizar, es descarada y atorrante, siempre ha sido así, solo que en estos tiempos que corren ya no se guardan las costuras.


Romper esa privacidad me recordó a las clases de historia universal, específicamente los campos de concentración nazis, hombres, mujeres, niños vejados y humillados desnudos para imponer la barbarie, el poder, el fascismo. Hay que defender a la sociedad.

Desde el mismo día que etiquetaron cómo «escuálidos» a los que estaban en contra de esta barbarie anacrónica, desde ese mismo instante se sabía con las intenciones que venían los que hoy detentan el poder. Porque eso es lo que les interesa: el poder. No vaya a creer, por favor, que esto es producto de ineptitudes o “guerras”, no, por favor. Esta gente sabe lo que hace.


En virtud de que el liderazgo no funciona y menos el estado de derecho y como dijera Guzmán Blanco, «Venezuela es como un cuero seco…» entonces, la descalificación, la humillación, la barbarie es el mejor plan ante el descontento de una sociedad que lo único que clama es comer. Comer lo que quieren es comer. Comida. A eso nos han reducido como sociedad, a buscar comida. Ya lo demás poco importa. Porque, sepan, en Venezuela se está pasando hambre, mucha.


A esto le sumamos, ahora, el uso de la desnudez como humillación y demostración de poder. No solo a los seminaristas, ya la esposa de Leopoldo López ha denunciado los tratos humillantes que recibe y otros más, estudiantes y presos políticos. Tal parece que la «revolución bonita» de bonita no tiene nada y de revolución, pues, tiene más de involución.


De todas maneras, para suscribir lo que un adepto al chavismo escribe contra la «Humillación sexual como tortura en EEUU», el descaro no tiene límites, el autor (Manuel E. Yepe) señala que, «La historia muestra que el uso de la desnudez forzada por un Estado es práctica propia del fascismo y de todo tipo de régimen opresivo que utilice la degradación de la población como medio para controlarla y someterla. Forzar a la gente a desnudarse es el primer paso para romper su sentido de la individualidad y dignidad, reforzando su impotencia.»


A bien escribió eso y lo explicó mejor de lo que yo hubiera podido hacerlo, gracias, Manuel E. Yepe pero no, la suma de dos errores no califica como verdad, así que, no vengan con el cuento de que en la «cuarta» y en EE.UU también lo hacían, porque la norma moral es, pues, la regla o medida por la cual podemos discernir la bondad o maldad de un acto humano.


Weber añade que el ejercicio del poder es más efectivo cuantos más fuertes son los lazos afectivos sobre los que puede apoyarse, en esto Hugo Chávez, difunto, sabía moverse como pez en el agua pero usted no, Nicolás. No caiga en el odio de los venezolanos, se está ganando el odio de los venezolanos, está rompiendo la paz, la tolerancia.


Deje humillar, de atormentar, por favor. La desnudez como humillación para demostrar el poder porque el problema no es la desnudez, sino la humillación que esto genera y solo para demostrar que tienen el poder.

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