¡BAJA LA VIRGEN!
- Reynaldo Piña
- 30 oct 2016
- 6 Min. de lectura
Las cosas para que salgan bien hay que hacerlas de corazón y si es escribir, pues, más aún. Esto lo escribo con la parcialidad que me permite el amor por la Virgen, la Virgen de Chiquinquirá, y en la medida de lo posible tendré que hacer unas citas para no quedar en evidencia. A ver, porque aquí, en Maracaibo y en el Zulia, le tenemos una especial devoción a la Virgen de Chiquinquirá. Es necesario comenzar con la aparición.
El origen de «la tablita» donde se iluminó la Virgen de Chiquinquirá está ligado, de acuerdo con lo que han relatado las leyendas, a la presencia y escaramuzas de piratas en el Lago de Maracaibo cuando fueron saqueados algunos de los pueblos de la zona y la región de la actual Colombia, que a través de sus ríos desembocaba en dicho Lago, en el siglo XVII. En este sentido, se ha contado que entre las cosas despojadas por los filibusteros en la hermana república estaba la mencionada tablita que formaba parte de un cuadro con el marco de oro y que fue botada al lago, una vez que le quitaron dicho marco. Cuando cayó a las aguas, después de un cierto tiempo, las olas la empujaron a la ribera.
Fue en los años de 1709 o de 1712, más o menos, porque no hay fecha exacta, cuando una sencilla mujer, María Cardenas, que vivía en el barrio El Saladillo de Maracaibo, en los alrededores de la Basílica o Iglesia de San Juan de Dios, estaba lavando su ropa a orillas del lago Coquivacoa (hoy lago de Maracaibo) cuándo repentinamente se encontró el retablo y esta la llevó a su casa para usarla en sus labores del hogar. En ese sentido, usó esa fina tablita para tapar una tinaja de agua. Probablemente esto de usar objetos que aparecían en el lago era normal, común, en el día a día de los que usaban este reservorio de agua para sus faenas pero lo que causó mayor alegría, conmoción, éxtasis de fe, fue cuando resplandeció el retablo en la casa de esta humilde mujer, «Milagro, Dios mío Milagro» exclamó la viejita aquel 18 de noviembre. Fecha bendita, día de fiesta Cristiano. La madre de Dios se presentó al pueblo de Maracaibo en esa tabla que colgaba en el aire, iluminando con una luz divina toda la habitación, mientras la Virgen se dibujada en ella, parecía sonreírle apaciguando su tristeza y la de todos los que vivieron junto a ella el milagro. La Virgen, la Madre de Dios Hijo.
De todas maneras, veamos el relato del Hno. Nectario María (1888-1986), en la Historia de Nuestra Señora de Chiquinquirá de Maracaibo (1970), «El martes 18 de noviembre de cierto año de comienzos del siglos XVIII estaba la mujer de nuestra historia entretenida en los quehaceres de su oficio ordinario de molendera de cacao, cuando oyó distintamente los golpes que daba el cuadro en la pared de la cual colgaba. No prestó cuidado a este suceso y siguió entregada a su acostumbrada labor; pero he aquí nuevamente se repitieron los golpes, sin que por ello abandonara su trabajo y fuese a cerciorarse de la causa de este fenómeno. Sin embargo, habiéndose repetido esto por tercera vez, se encaminó la señora hacia el cuadro, y, con gran sorpresa, advirtió que se iluminaba y aparecía en él una imagen perfecta de Nuestra Señora de Chiquinquirá. No bien hubo observado esto, no pudiendo contener su emoción, corrió a la calle y exclamó a grandes voces: ¡Milagro! ¡Milagro! Acudieron al punto los vecinos, y, en compañía de la afortunada mujer, contemplaron con santo asombro y regocijo, la vivísima luz que aún iluminaba la sagrada imagen y testificaron de su milagrosa renovación, ya que muchos de ellos la habían visto anteriormente en completo estado de deterioro, con apagados colores y confusos contornos».
Se presume que esta tablita fue lanzada como despojo en aguas del mar Caribe, de un saqueo de algún pirata en tiempo de la conquista o la colonia, por aquel entonces Virreinato de la Nueva Granada (hoy Colombia) y se desconoce cuánto tiempo pudo estar flotando en las aguas del mar hasta llegar a la Laguna de Coquivacoa. La mirada de la Virgen en la imagen viene dada hacia la izquierda, como dando a presumir que sigue su camino a la entonces Provincia de Venezuela, un misterio.
Desde el momento de la aparición comienza la devoción a la Virgen del Rosario de Chiquinquirá o como la llamamos aquí, en Maracaibo, La Virgen Chinita (por sus rasgos Guajiros), también se conoce cómo la «Sagrada Dama del Saladillo» por ser este el barrio en el que vivió María Cardenas. La Virgen Morena, por su tez, lo cierto es que como la llamemos la fe es infinita hacia la «Señora de mis pensamientos»: La Virgen de Chiquinquirá. La Virgen, la Madre de Dios Hijo.
La fe y el amor son tan grandes y fuertes porque así mismo lo quiere Ella, la Virgen, gracias a la gloria que tenían sus milagros en toda la región. De hecho, resulta que cuándo se iban a llevar la imagen a la Catedral de Nueva Zamora en Maracaibo, por petición de los jerarcas políticos de la región, la imagen se puso tan pesada que no podían levantarla hasta que, luego de un rato de intentos fallidos, recobró su peso normal y la dejaron en su humilde ermita, en San Juan de Dios y allí se quedó para siempre.
La Virgen no quería que se le venerara en otro lugar que no fuera en su casa humilde de pisos y paredes de barro, techos de palmas y eneas, que luego fuera creciendo hasta llegar a lo que es hoy en día. Solamente sale en los momentos de su procesión que es uno de los episodios de más fervor en la ciudad de Maracaibo.
Para ser exactos hay tres momentos, el primero, cuándo deja su altar para estar con su feligresía: la bajada de la Virgen; «cuándo baja la Virgen el cielo viene con ella…» dice una canción a la Virgen. El segundo momento es en la noche del 17 de noviembre, aquí, toda la feligresía se reúne en la plazoleta de la Basílica para manifestar su amor al ritmo de cantos tradicionales, la gaita, esto se conoce como «el amanecer» o Feria de la Chinita. El último es la aurora de la Virgen y con esto se da por finalizada las fiestas patronales que comienzan el día con la bajada. Son días de procesiones y visitas a todas las parroquias y municipios del estado Zulia en los que se espera con ansias la visita de la Virgen, con música, cantos, fiestas y mucha alegría.
Es la mimada en esas fechas, se viste de gala y la noche es un manto de estrellas para ella. Es un misterio santo entre la misa y el pueblo nostálgico la ve cómo la más bella. La recibimos sonriendo, llorando y entre aplausos. Su imagen está por todo el pueblo de Maracaibo, en las principales vías podemos ver un monumento en su honor, una escultura, una imagen. ¡Desde septiembre todos le cantamos hasta enero!, y nos parece poco. Sin embargo, no es que lo diga yo, aquí se puede leer parte de ese gran amor y devoción a la Virgen en una carta al Papa Benedicto XV, por parte de, entre otras consideraciones, le expresa el padre Antonio María Soto, «Os puedo decir que no hay hogar en este suelo donde no se le rinda el homenaje tierno de filial cariño, ni corazón alguno donde el altar de inmensa gratitud no se levante para bendecirla. Prueba de ello son los millares de exvotos que adornan su retablo y la frecuencia con que las distintas clases sociales vienen a sus plantas, con lágrimas en los ojos a ofrecerle el orobias de la veneración y el agradecimiento. Por lo cual Beatísimo Padre, el suscrito Párroco de la Iglesia de N. S. de Chiquinquirá, en su nombre y en el de todo un pueblo que lo ansía, venimos a pediros declaréis a la Virgen de Chiquinquirá, Reina del Zulia, y decretéis su Coronación Canónica como merecida recompensa, por sus solícitos cuidados con su pueblo escogido» y así ocurrió, después, la coronación canónica de la «Reina del Zulia»
Es tan grande el amor por la Virgen que, y relato esta historia, para su coronación toda la feligresía donó sus prendas para hacerle su corona de oro. Todos, con el mayor gusto donaron hasta los dientes de oro para que tuviera su corona de 10 kg de oro de 18 kilates; anillos, sarcillos, cadenas todo lo que pudiera servir. El amor por la Chinita es recíproco porque, en el relato popular, la Virgen llora a quienes les dedica su vida por ella. Dicho de otro modo, llueve inexplicablemente y está la vivencia de un cantante de la música popular, Astolfo Romero, que al momento de enterrarlo una «una pertinaz lloviznas bañó los previos zulianos, el pueblo exclamó asombrado, ya volvió a llorar la china» y es que antes, la Virgen, había llorado a otro cantante de gaitas. Y así fue, a quien le pregunten va a decir que la Virgen lloró. Otro caso, que despierta fervor y la devoción por la Chinita, Enairo Villasmil, su joyero el que cuidaba su corona, estaba enfermo de catarata, muy enfermo y él le pidió por su curación y pues, sí, se curó. Así es ella, la Virgen.
Nada más hay que pedirle que ella nos escucha, porque es nuestra Madre. La madre de todos los zulianos, la Reina del Zulia: La Virgen.

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